¿Cuánto tiempo hemos
tardado el
pequeño duende y yo en apartar de nuestro camino la piedra? ¿Cuánto? Tengo la espalda hecha ciscos.
Panza arriba. No
se mueve. Y como con los pulmoncillos que tiene apenas si hace falta que le
entre un hilo de aire, cualquiera que lo viera se pensaría que está muerto.
El Libro descansa aún, abierto de hoja en hoja, a los pies del castaño mágico al
que dejó encomendada su custodia. Pero él no da en sí… de modo que a lo mejor puedo, ahora que no
me ve porque tiene los ojos cerrados y si los abriera no sabría ni lo que está
viendo, acercarme hasta el
árbol del Libro. Y mirar
sus letras. Y unirlas. Y robarle con la mente un
montoncito de palabras…
Me acerco al fin. El
Libro no me va a saltar encima.
Me acerco.
Tiene unas
letras muy grandes. A ver para qué escribe Titus B. en un
libro con esas letras tan grandes, con lo chico que es él y lo pronto que se le
van a gastar si sigue así las páginas… Pero, ¡chist! mira lo que dice:
«La piedra filosofal –con la que pueden convertirse en oro
los metales ordinarios– brinda, al que la posee, una larga vida, libre de toda
enfermedad, y pone en sus
manos más oro y más plata de la que puedan poseer los príncipes más poderosos. Pero este tesoro tiene, sobre todos
los demás bienes de la vida, la peculiar ventaja de que aquel que lo posee
es completamente feliz; solo con mirarlo es ya feliz y nunca siente el temor de
perderlo».
Triunfo de la Hermética
¡Me ha encantado el relato! Me han entrado ganas de saber más de Titus B y el narrador jeje ¿Escribes novela?
ResponderEliminar¡Muchas gracias, Melanie! :D ¡Me alegro mucho de que te haya gustado! Sí que escribo novelas, pero todavía no tengo ninguna terminada :(
ResponderEliminar¡Muchas gracias otra vez, de verdad, por tu interés! ¡Me ha hecho mucha ilusión!
¡Un abrazo!