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jueves, 19 de julio de 2012

Pintor de sombras (V)

"Concierto de jóvenes" o "Los Músicos"
Concierto de jóvenes o Los Músicos, hacia 1595 - 1596

Óleo sobre lienzo, 92 x 118,5 cm.

Nueva York, Metropolitan Museum of Art

Le abriría la Porta del Popolo una Roma majestuosa: capital de la cultura y el arte de la época, la ciudad de los Papas era el centro de esa Cristiandad que, en lugar de haberse achicado ante las embestidas de una Reforma Protestante que tantos dolores de cabeza le estaban ocasionando, lo que había hecho era hacerse más grande, más rica, más poderosa y más hermosa, eso siempre, eso también.

A la petición de Sixto V de que todos los artistas de la Península Itálica vinieran a Roma para prestarle ayuda en la peculiar lucha en la que se hallaba enfrascado frente a los luteranos, serían muchos, muchos, los que acudieran: y nuestro joven de Caravaggio no iba a ser menos.

Ya ha andado su camino. Ya se ha parado, quién sabe, en Parma, en Viterbo, en Florencia. Ya está aquí cargado de ilusión y de ambiciones, y de unas pocas obras que eran suyas y que esperaba tuvieran la buena acogida entre los romanos que habían tenido entre los lombardos y su protectora familia Colonna: pero bien poco tardaría en desengañarse, que en Roma eso del realismo no le importaba a nadie. La moda era la maniera: la imitación de los viejos maestros Rafael o Miguel Ángel. Lo nuevo no parecía tener cabida aquí, de modo que, aunque fuera por un tiempo y porque, qué remedio, no se iba a morir de hambre, Caravaggio pintaría lo que los ojos romanos querían ver pintado.

Fue entonces, mientras malvivía en su ansiada ciudad a la espera de un encargo, cuando un hombre se fijó en él: era un pintor siciliano, Lorenzi se llamaba, y tenía un estudio en el que al entrar, Michelangelo se reencontró con muchos de sus viejos compañeros de Bérgamo.

Haría amistades, entre la pintura y las juergas, y algunas, como la de Lionello  Spada, le durarían hasta la muerte.

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